Crónicas Californianas | Día 5
Aún tengo resaca de mi último viaje a Londres, una ciudad que me tiene el corazón robado. Pero antes de contar las cosas que visité esta vez, creo que debo terminar lo empezado y seguir contando lo que dio de sí el viaje por tierras californianas, que fué mucho. Y sólo estamos a la mitad del viaje... aunque por suerte las cosas permanecen imborrables en mi retina y en los miles de fotografías que realicé, que ahora mismo són el hilo conductor de la narración de este viaje. Así que levantémonos por la mañana y visitemos, de una vez por todas, Hollywood Boulevard.
Pues eso, que la archifamosa calle fué lo que visitamos por la mañana que, una vez más, nos obsequió con ese color gris tan característico. Lo primero que vimos y reconocimos fué la Capitol Records Tower, construida en 1942. Mítico edificio, sin lugar a dudas. Iniciamos luego el inevitable paseo por el Walk Of Fame que, digan lo que digan, tiene más fama que belleza. Hollywood Boulevard es una calle normal, pero que en cada una de las dos aceras hay estrellas incrustadas. Por lo demás no tiene nada que ofrecer, pero es un lugar que uno no puede dejar pasar si va a L.A. Además, muchos tramos de la calle están en obras o muy dejados... eso sí, cuando nos acercamos al Kodak Theatre la cosa se arregla un poco. Precisamente en el mirador del teatro que alberga la ceremonia de los Oscar podemos divisar, por vez primera, el Hollywood Sign al natural. Está lejos, sí, pero se ve y tenemos suficiente. Inevitable también es la visita frente al Chinese Theatre, donde los grandes del cine dejaron sus huellas para siempre.
Después nos encaminamos hacia la meca de los melómanos: Amoeba Music. Situada en el 6400 de Sunset Boulevard, la más reciente Amoeba es la tienda de música independiente más grande del mundo. Os juro que cuando entré por esa puerta me quedé acojonado. Miles y miles de discos a la disposición del cliente. Y vamos, un mercado de segunda mano realmente increible. Allí perdí el norte y me dejé llevar por los impulsos, así que en pocos minutos tenía las manos llenas de discos. El control ya no formaba parte de mi persona y yo era consciente de eso, pero me gustaba. Era un animal de consumo impulsivo. Y todo en dólares, claro... Recuerdo que el tío que me cobró me preguntó el por qué de mi compra y todo, y me dio pegatinas, chapas e imanes a expresa petición mía (con Unai como traductor). Amoeba is my love.
Lo siguiente que hicimos fué deleitarnos con una sugerente hamburguesa en el Hooters de Hollywood, a fin de tomar fuerzas para encarar nuestras últimas horas en L.A. con garantías. Con un radiante sol que nos ayudó a rebajar nuestros estómagos made in Hooters y alguna que otra calentura con las chicas del local, nos encaminamos hacia el Hollywood Forever Cementery a fin de contemplar la tumba de Johnny Ramone. Impresionante, no puedo decir más. Más solos que la una pero con esa estatua del guitarrista custodiando sus restos para la eternidad al lado de un pequeño lago. Por mis adentros tarareé canciones de los Ramones y recordé estando en NYC las sensaciones frente lo que fué el CBGB. No pude más que darle las gracias por los buenos momentos que he pasado escuchando sus canciones antes de volver a subir a la furgoneta y encaminarme, con mis colegas, hacia Beverly Hills.
De mansiones vimos pocas, pero para decir la verdad no vimos nada devido a los muros que las protegen. La única que vimos un poco fué una que se utilizó en El Padrino. Incluso estuvimos delante de la supuesta mansión Playboy, y digo supuesta ya que ningún cartel así lo indicaba. Después decidimos visitar dos de los clubes más emblemáticos e importantes de L.A: el Roxy y el Whisky A Go Go. Con sus características luces la mitomanía se plantó ante nosotros. Grupos como los Doors, Buffalo Springfield o Love empezaron en el Whisky. Y en frente la Hustler Hollywood Store, conocida en nuestro círculo de amistades como Amoeba Àlex. Una vueltecita a fin de contemplar las delicatesens del lugar, un refresco y carretera y manta.
Esa noche terminamos durmiendo en Victorville, en un cómodo hotel. Pero no todo fué tan fácil, pues en el primer motel que miramos tuvimos un problemilla con el propietario hindú. Después de ver las habitaciones y el olor que desprenían decidimos buscar otra cosa y el tio se cabreó. What's the problem? fué lo que más repitió de mala manera, enfurecido junto a su mujer. Nos dijo que si decíamos que no y volvíamos más tarde ya no nos daría las habitaciones. Suerte que no sacó el rifle... Así que nada, ya con un hotel en condiciones decidimos olvidar el percance con el hombre bebiendo alcohol y poniendo canciones en un jukebox. La verdad es que ese garito no estaba nada mal, y una de las camareras menos aún.