lunes, 22 de agosto de 2005

Pink Floyd en el Live 8 | Estuve en el Hyde Park


Artículo publicado originalmente el 4 de julio del 2005.

En un arrebato de locura fui a Londres, sin entrada, en busca de la posibilidad de ver a Pink Floyd. Fue un viaje de ida el sábado y de vuelta el domingo, y ha resultado ser un éxito. Ahora puedo morir en paz.

La llegada a Londres coincidió con una llamada de una de nuestras madres. Nos dijo que el Live 8 ya había empezado, con Paul McCartney. Andamos hacia el Hyde Park con los nervios a flor de piel sin saber qué nos encontraríamos. Una vez allí recuerdo que me excité mucho en primera instancia, pero que luego me puse triste porque vi que no podría entrar… pero vamos por partes.

Nada más llegar vimos a unas personas que se colaban dentro por debajo de una verja opaca. Manel y Josep no se lo pensaron y se colaron también, detrás fuimos Josuè y yo, pero éste desistió diciendo “¡los han pillado!”, así que nos quedamos fuera. Vimos como los de seguridad agarraban a Manel y Josep y se los llevaban. Luego la zona se llenó de polis y la gente empezó a chillar y a pegar las verjas para que les dejaran entrar. Fuimos, Josuè y yo, en busca de la entrada principal y topamos con un cordón de seguridad increíble, así que nos quedamos delante de una verja que no era opaca. En ese instante me llamó Manel y lo localicé justo a la entrada. Para que os hagáis una idea, había un primer perímetro de seguridad y luego otro que sí delimitaba la zona del concierto. Josep y Manel saltaron el primero, pero se quedaron a las puertas del segundo y definitivo.

Una vez localizamos a nuestros amigos fuimos a dar una vuelta alrededor del perímetro de seguridad para mirar posibles entradas, pero no vimos nada y, lo que vimos, estaba vigilado, muy vigilado, así que decidimos volver delante de la valla donde podíamos ver a nuestros compañeros y escuchar la música. Así estuvimos unas horas, no recuerdo cuantas. Y llegó el momento: miré a los lados y no vigilaba nadie, miré delante y dentro: tampoco vigilaba nadie. Así que ante del asombro de todos empecé a escalar y salté la verja. Algo dentro de mi me impulsó a hacerlo, me dijo que no era justo quedarme ahí fuera… una vez en el suelo anduve de forma natural por si me veían pero no fué así y seguí andando hasta Josep y Manel. La gente de detrás de la verja estaba callada, respetando el silencio para no alertar a los guardas: eso es solidaridad. ¡Al girar la cabeza vi que mi amigo también había saltado! Habíamos superado el primer obstáculo, pero ahora llegaba lo más difícil. Cuando llamamos a Manel y Josep y nos vieron alucinaron. Pocas personas se colaron, y nosotros éramos unas de ellas. Yo estaba excitadísimo, como el resto de mis amigos. Llegamos a la entrada pero no nos dejaron entrar. Había unos seguratas que sí que querían dejarnos, pero había otros que no. Entre los partidarios del si había un español. Éramos veinte personas pidiendo a súplicas que nos dejaran entrar, pero no hubo forma. Es más, dentro de unos minutos nos empezaron a hechar hacia atrás verbalmente y con mala leche y empezaron a poner verjas entre nosotros y la entrada. Ahí vi cláramente que no nos dejarían pasar. Empezamos a abuchear a los de seguridad y a insultarlos, eran cosas que dijimos desde dentro y en caliente, cosas que gracias al idioma no lograron entender.

Súbitamente se me acercó Manel y me proporcionó una entrada que había pedido a unos que salieron del concierto. Él tenía otra. Las entradas constaban de dos partes, pero sólo eran válidas si no estaban cortadas, y en nuestro caso sí lo estaban. Fuimos primero con unos seguratas que se dieron cuenta del timo, pero luego fuimos hacia una chica que no, y conseguimos así entrar! Mientras andaba hacia dentro me giré y vi a Josuè y Josep en la valla. Les grité pero no me escucharon, y supuse que después del concierto estarían por ahí para encontrarnos. Deseé también que lograsen entrar y, triste por ellos pero alegre por mi entré en el concierto con Manel. Debían ser las 18h y estaba actuando UB40. Mi visión de aquello quedará gravada para siempre en mi: miles de personas en hermandad, sentadas o de pie, comiendo, bebiendo, hablando, disfrutando de la música y basura, mucha basura. Parecía Woodstock. Había varias pantallas gigantes que permitían seguir el espectáculo, ya que ver en el escenario a los músicos era casi imposible por el gran volumen de gente que había y la distancia que separaba al resto del escenario. Parecía cerca, pero no lo estaba.

Cuando nos hubimos ubicado yo intentaba asimilar lo que iba a presenciar, pero no podía. Manel y yo, con nuestras camisetas de Pink Floyd llamamos la atención, y más de uno nos preguntó si las habíamos comprado ese mismo día. A uno de ellos le dijimos que veníamos desde España expresamente para ver a Pink Floyd y que nos habíamos colado y alucinaron. ¡Incluso nos hicieron fotos a los dos juntos! Disfrutamos (o no) de las actuaciones, especialmente con The Who, con los que quedé realmente impresionado. Antes tocaron Sting y Madonna, entre otros.

EL MOMENTO HABÍA LLEGADO. Empezamos a chillar y la gente alucinaba, se notaba lo que habíamos venido a ver. Cuando el pulso del Dark Side empezó a sonar me quedé pasmado, sin asimilar aún – ni ahora—lo que íba a ver. En las pantallas pasaban un encefalograma que íba marcando el pulso… ¡Pink Floyd! ¡Eran ellos! Todos los grupos fueron presentados menos ellos… no la necesitaron, son diferentes, son, sencillamente, la mejor banda que ha pisado la tierra. Cuando escuché por primera vez la voz de Dave me inundó una alegría indescriptible, ya que por fin había cumplido el sueño de mi vida.

Los momentos fueron sucediendo implacables y no dejé de cantar, ni de reir, ni de alucinar, ni de… ni de brillar. Por la pantalla veía las imágenes y me impactó tanto ver primero a Gilmour y luego a Waters que aún ahora no me lo creo. La imagen de ellos juntos en estos tiempos actuales es algo que los floydianos no tenemos interiorizado y eso fue un shock. Lo que me dio pena es que la cámara no enfocó ni una sola vez a Rick, él no merece eso. Luego tocaron Money y el público enloqueció, con ese bajo al principio ¡y con el saxo! En las pantallas empezó a verse una persona con el saxo, tocando, y con Manel dijimos si sería Dick Parry… lo era. Empecé a gritar su nombre y la gente se descojonaba de risa. Supongo que ver a alguien enloquecer da por reir. Sigamos con los buenos momentos: Wish You Were Here. Mientras sonaban las primeras notas Roger dijo: “Es realmente emotivo estar aqui con estos tres tipos despues de todos estos años. Hacemos esto para todos los que no estan aqui, particularmente, por supuesto para Syd.” Luego entró Dave con la la guitarra y sonó de maravilla, mágico, celestial. Ese “So, so you think you can tell…” provocó que miles de personas cantaran al unísono el himno acústico de Pink Floyd por exceléncia. Recuerdo que grité “¡There is music and there is Pink Floyd!”Al recordar estos momentos se me pone la piel de gallina, y más al recordar cómo Dave cantó primero y Roger después. Eso fue sencillamente conmovedor. ¡Después de 24 años el grupo estaba unido! Mason estaba con lo suyo, siempre con el toque justo, con el ritmo preciso y concentrado al 100%. Su imagen en las pantallas mostró a alguien que nunca ha hablado de más, a alguien que forma parte de la leyenda.

Terminada Wish You Were Here llegamos a la cúspide del concierto: Comfortably Numb. Ver a Roger y Dave cantar juntos esta canción no tiene precio. ¡Y el solo! ¡EL SOLO! Tantos momentos pasados en mi habiatación deseando escuchar eso en directo… El solo, junto con ese cerdito hinchable, dato de Manel, me transportaron antaño, cuando Pink Floyd tocaba su The Wall. Mientras las notas emanaban de la Fender negra de Dave me elevé, empecé a flotar por encima de los presentes y llegué hasta el escenario, fundiéndome con una de las notas y llegando al cielo, para perdurar para siempre en el oído de los presentes, convirtiéndome así en algo latente para ellos durante el resto de sus vidas. Yo era una nota más, yo era Pink Floyd, Pink Floyd somos todos, lo llevamos dentro, y cuando tocaron Wish You Were Here la tocaron para todos los floydianos del mundo, deseando que estuvieran en Hyde Park pero sabiendo que, estando en cualquier parte del planeta, sentirían de la misma forma a Pink Floyd.

Un “Thank You Very Much, good night” hizo quedar a Gilmour como lo que es, un señor, y el abrazo final hizo quedar a Pink Floyd como lo que es, algo a aparte de la música. Esa imagen de los cuatro juntos después de 24 años es la imagen de la noche, lo que pasará a la posteridad.

Después de esto decidí ir en busca de Josuè y Josep y quedé con Manel en la entrada. Él se fue a ver de más cerca de a McCartney, que cerraba el concierto, yo lo hice por las pantallas. Por fin aparecieron… ¡y habían logrado entrar! ¡Habían visto el show! Mi alegria fue inmensa y cuando llegó Manel nos fundimos en un abrazo los cuatro y empezamos a botar, como un equipo de fútbol. Lo habíamos logrado.

Gracias, Pink Floyd

Shine On!