Crónicas Californianas | Día 2
El segundo día en la ciudad de San Francisco amaneció más claro que el anterior. Nuestro cuerpo pedía más huevos y bacon así que volvimos a desayunar al Johnny Rockets del Fisherman's Warf. Nuestro siguiente destino, por accidente, fue la Coit Tower, que tiene un buen mirador para saborear la ciudad y la bahía desde otro punto de vista. Digo que fuimos por accidente porque nuestra intención inicial era ir al tramo de Lombard Street más famoso, el denominado the crookedest street in the world. Así que prescindiendo por unos momentos del GPS, que de seguirlo aún estaríamos dando vueltas por San Francisco, nos dirigimos a contemplar esas cinco famosas curvas, testimonio de lujo de películas como What's Up, Doc?, videojuegos como Grand Theft Auto: San Andreas, o series como Futurama. La verdad es que es curioso descender en auto por este sitio, a la vez que los taxis lo bajan derrapando.
Y sin más preámbulos nos dirigimos de nuevo al Golden Gate Bridge para admirarlo de día y darle la importancia que merece como icono de la ciudad que es. Con la luz del día el puente es distinto, más espectacular e imponente. Su color rojo contrasta a la perfección con el immaculado cielo azul con el que San Francisco nos obsequió. Yo hubiese preferido algunas nubes, a fin de tomar fotografías con los efectos que un cielo con nubes puede ofrecer. Pero bueno, que menos da una piedra y el puente tuvo un reportaje fotográfico ganado a pulso.
Aún con la imagen del coloso en nuestras mentes proseguimos nuestro viaje hasta llegar a la localidad de Santa Cruz, a fin de contemplar sus playas y poder decir "yo he estado en la meca del surf". Esa imagen de la playa con el parque de atracciones al lado es algo que sólo había visto en las películas. Ahora era real. Lo malo es que el parque, con su sinuosa montaña rusa, estaba cerrado, así que era el escenario perfecto para desarrollar un filme de terror. Unas cuantas compras y a la carretera, que ya oscurecía (eran las 17h).
Lo que sucedió después podríamos denominarlo como la bordeline night, ya que era una de las dos noches que no teníamos reserva de hotel. Así que con un huevo en cada mano nos plantamos en Carmel-By-The-Sea, un pueblo cuyo alcalde un día se llamo Eastwood, Clint Eastwood. Atrás dejamos la ciudad de Monterey y su famoso festival del '67. Carmel es un pueblo de etiqueta, y lo llamo así porque en la mayoría de bajos de las casas hay galerías de arte. Así que viendo tanta pintura lo que hicimos fue contemplar el cielo estrellado desde la oscuridad de su playa... una oscuridad donde los amantes en potencia aprovechan para consagrar su amor, o al menos eso me pareció ver... Así que viendo el panorama buscamos un motel por la zona pero los precios caros nos obligaron a aventurarnos por la carretera. Al final tuvimos suerte, no sin antes frustrarnos en varias ocasiones. Nos alojamos en Big Sur, concretamente en el Big Sur Lodge. Esas habitaciones caídas del cielo en ese parque natural de secuoyas eran realmente confortables. Así que sin cenar porque las pocas tiendas que había por la zona estaban ya cerradas, consultamos con la almoada el devenir de nuestro particular California Dreamin'. Y yo con el mono de Jack...