New York es una de esas ciudades que siempre me había llamado la atención. Por fín pude visitarla junto a tres colegas más para impregnarnos de ese aire especial que dicen que tiene Manhattan, corazón de la ciudad, tantas veces inmortalizado en filmes, por ejemplo, de Woody Allen.
Día 1
La llegada a la ciudad de New York fue tal como esperábamos: cansada. Casi dos días sin dormir, ya sea por los nervios o porque en el avión es imposible, pasan factura, pero pasan a un segundo plano cuando las luces de Times Square inundan la escena. Sencillamente un lugar espectacular por la noche, lleno de carteles luminosos gigantes, propaganda de todo tipo y gente, gente y más gente. Precisamente en Times Square tuvimos el primer encontronazo con el tema de las propinas. Según parece debe dejarse entre el 18 y el 20% del total, cosa que no hicimos con esa camarera del Hard Rock Café que tan mal nos atendió. Le dejamos un 8% y nos fugamos literalmente del sitio, mientras uno de mis colegas veía la escena de indignación de la camarera al contar lo que le dejamos. Dejando a un lado esto cabe decir que el Hard Rock de New York es espectacular y que sus hamburguesas están de muerte.
No es una sorpresa quedar atrapado por la belleza nocturna de Broadway por la noche y nosotros no fuimos una excepción. Basta con decir que recorrimos cincuenta metros en una hora...
Jim Beam y a dormir.
Día 2
Sin duda alguna la jornada más intensa. Nos dirigimos a la Grand Central Terminal y contemplamos los edificios de sus alrededores. En plena calle 42 nos encontramos con la majestuosidad del Chrysler Building, que pedía fotos a gritos. Entramos en el hall, decorado con mármol y a buscar el metro a la Grand Central, vigilada por el edificio Met Life.La sala principal de la estación es realmente espectacular. Custodiada por numerosas banderas del país, se nota que es la arteria principal de la ciudad si hablamos de transporte público.
Después de algunos problemas de orientación en el Subway llegamos a Brooklin y atravesamos el famoso puente hasta Manhattan. La Zona Cero fue la siguiente parada. La verdad: impresiona. Impresiona el pensar que allí pasó lo que pasó en aquél fatídico 11 de septiembre del 2001. A través de los plásticos que cubren las verjas puede observarse la frenética actividad en el lugar que ocupaban las dos torres. El lugar volverá a florecer, sin duda, pero va a tardar, cual bosque después de un gran incendio.
Gracias a la merienda a base de hot dogs pudimos seguir hasta Wall Street, centro financiero de la ciudad (y de alguna parte más). El patriotismo nos quedó más claro aún en contemplar la bandera de los EUA gigante colgada en el edificio de la bolsa. Después de echar un vistazo al toro de la zona nos dirigimos a Batteri Park con la intención de visitar The Liberty, la Estatua de la Libertad. En ese parque se ha trasladado esa especie de escultura en forma de bola que estaba delante de las torres gemelas, y se ha encendido una llama perenne en memoria de todo lo que pasó.
Tras pasar unas medidas de seguridad dignas del más seguro aeropuerto y embarcar en el ferry hacia Liberty Island, el skyline nos deleitó con su increible perfil. No me cansé de fotografiarlo mientras a la izquierda la Estatua aparecía como icono, como símbolo y como buque insígnia de la ciudad. Vale la pena anclar en Liberty Island para contemplar de cerca esa imagen que tantas veces uno ha visto en todas partes pero nunca al natural. Y al natural gana, siendo más grande de lo que parece vista en fotografías. Mega sesión de fotos y hacia Ellis Island... o no, ya que por dos minutos perdimos el último ferry... así que nada, hasta Manhattan de nuevo, ducha, relax y Empire State por la noche.
El Empire State Building se encontraba al lado del hotel, así que aprobechando un momento de poca cola en la compra de entradas las adquirimos con la intención de ir más tarde, por la noche, y saltarnos la cola para comprarlas. La jugada nos salió redonda (las entradas tienen una validez de dos años), ya que cuando fuimos la cola para comprar daba casi la vuelta al rascacielos. Subimos casi a la velocidad del sonido con el primer ascensor hasta la planta 80. En un segundo subía unas ocho plantas. Luego subimos a pie hasta el piso 86 y nos deleitamos con las soberbias vistas nocturnas de la ciudad. Se escuchaba un runrun permanente... la ciudad hablaba...
Jim Beam y a dormir.
Día 3
Chinatown, Little Italy y el Soho fueron las zonas que visitamos por la mañana. En Chinatown compramos, como no, imitaciones de relojes. Y en Little Italy comimos... pasta. Nos dirigimos hacia la calle Bowery, zona ya underground de la ciudad, y nos encontramos, por fin, con el mítico club CBGB. O mejor dicho, con lo que queda de él después de que cerrase el pasado octubre. En él empezaron artistas como los Ramones, Patti Smith o Television. Menudas sensaciones tuvo un servidor estando ahí delante y pensando que por esa puerta habían entrado esos ídolos musicales.
El bar dedicado al té, promocionado por Moby, sirvió para que nuestras piernas descansasen un poquito y para que uno de mis colegas se hiciera la foto con la ex mujer de Moby, que se encarga del negocio. La verdad es que la chica no estaba nada mal... Dato curioso: Mike Myers se encontraba en el local, pero al ver la cámara de fotos se asustó y se escondió la cara con la mano.
Por la tarde fuimos de nuevo a Times Square y seguimos andando por la calle 42 hasta llegar al muelle desde el cual parten barcos turísticos. El nuestro no era precisamente tranquilo, ya que iba a toda pastilla y el tipo se pasaba el rato mojando al personal con sus múltiples armas, tales como metralletas o bazocas de agua.
Jim Beam y a dormir.
Día 4
Por la mañana fuimos al Harlem en una excursión que ya teníamos contratada. Visitamos un poco el barrio, estuvimos delante del teatro Apollo, en una casa de George Washington estratégicamente ubicada,pasamos por el lado del estadio de los Yankees, en el Bronx, y asistimos a una misa de gospel. La misa estuvo bien, pero no era lo que esperábamos, quizás porque la iglesia era pequeña o por lo que fuese. Pero yo me lo pasé bien, pues antes que nada soy amante de la música y el gospel me gusta. En todo caso es una experiencia muy recomendable.
Por la tarde fuimos al Central Park y de camino, en Times Square, nos encontramos con el famoso Naked Cowboy, haciendo las delicias de las féminas y tocándoles el culo en el momento de hacerse la foto con él. Todo un personaje, no hay duda de ello. Pasamos también por la Metropolitan Opera House de camino al proximo punto clave: el Dakota. Impresionante, tanto en el sentido arquitectónico como histórico. Allí mataron a John Lennon y recordarlo mientras uno mira el edificio es algo estremecedor. Más alegre es, sin duda, la zona del Strawberry Fields y el memorial circular a John, que reza la palabra "imagine" en el centro.
Descansar en el Central Park es grato, igual que en el Hyde Park londinense. Destaca el lago central con las vistas de los rascacielos al fondo, o la típica estampa newyorkina: gente realizando actividades en el parque en contraposición a la magnitud de las construcciones urbanas. La obligada visita al Museo de Historia Natural empezó bien, ya que la entrada era gratis al tratarse de domingo. Expone multitud de animales disecados y de dinosaurios, así como de objetos relacionados con la historia de las civilizaciones. La verdad es que tuvimos poco tiempo para visitarlo, pues nos echaron literalmente a las 18.30h. Hasta la hora de cenar estuvimos disfrutando del parque y del ambiente, ya que domingo era el día ideal debido a que los newyorkinos hacen fiesta y muchos deciden pasar el día en el pulmón de la ciudad.
Jim Beam y a dormir.
Día 5
Paseo por la Quina Avenida, empezando por la Biblioteca Pública de New York y siguiendo por el Rockefeller Center, la catedral de St. Patricks, el Atlas y las múltiples y lujosas tiendas que acaparan la avenida más famosa del mundo. Como no, entramos en Tiffany & Co., una de las joyeras más caras del mundo. Volvimos tras nuestros pasos cuando llegamos al Central Park y enfilamos la calle 42 hacia el Este, con destino la sede central de la ONU. Frente a ella la Trump World Tower, el edificio 100% residencial más alto del mundo.
Taxi y al Carnegie Hall, el auditorio más importante de la ciudad y puede que de Estados Unidos. Recorrimos parte de la Sexta Avenida, la de las Américas, y nos encontramos con el Radio City Music Hall, ubicado en el Rockefeller Center, que tiene cerca de seis mil localidades. Y de lugar mítico a lugar mítico: el Flatiron Building, para luego terminar donde un día estuvo el Max's Kansas City, mítico club de la ciudad y segunda casa de Andy Warhol y la Velvet Underground. Momentos de euforia para un servidor, sin duda. ¿Y qué mejor manera de terminar el día que tomando un refresco en el Nevada Smith's?
Jim Beam (foto con el dueño del bar dentro de la barra) y a dormir.
Día 6
Nos relajamos paseando por los alrededores del hotel y visitando el Madison Square Garden, que quedaba al lado. Es un lugar mítico, sin duda, pero yo pensé que era más grande y eso me decepcionó un poco, pero vamos, que la visita guiada que hicimos estuvo muy bien y sirvió para pisar esas memorables gradas, que tantas veces han hecho vibrar tanto a los amantes del deporte como de la música. Y hablando de música, irse de New York sin un souvenir del CBGB es un sacrilegio, así que nos dirigimos a la tienda oficial para dejar nuestra condición de herejes.
Jim Beam y a dormir.
Día 7
El día de la despedida de la ciudad fue tranquilo, pues nos pasaban a buscar a las 14.30h para ir al aeropuerto. Paseamos por los alrededores del hotel y fuimos al bar que cada noche vio nuestros cuerpos ingerir cantidades ofensivas de whiskey. Mis colegas siguieron con la tradición, pero yo preferí ahondar en esa stout que es la Murphi's. La camarera, en ver la foto con el jefe del local, conectó en seguida con nosotros y, como no, nos hicimos una foto dentro de la barra con ella. Eran nuestros últimos momentos en la ciudad que nunca duerme y los vivimos intensamente.
Ha sido un gran viaje y una mejor experiencia junto a mis colegas. Recomiendo ir a New York al menos una vez en la vida. Todo allí es grande, lleno de taxis, y con gente amable acostumbrada a tratar con el turista. Espero que esta larga crónica no haya sido pesada. Sólo queda decir: ¡New York! ¡New York!