25 de noviembre de 1974. En una casa llamada Far Leys una mujer, de nombre Molly, se extraña de que su hijo no se haya levantado aún, pués él nunca suele estar durmiendo cuando llega el mediodía. Sube a su habitación y lo encuentra estirado en la cama, inmóvil, con un bote de antidepresivos que solía tomar. Sobre el tocadiscos uno de los conciertos de Brandemburgo de Bach. Ella se acerca y comprueba que está muerto. Lo que Molly no sabe es que con la muerte de su hijo acaba de nacer uno de los mitos musicales más olvidados. Tenía 26 años cuando nos dejó. Su nombre: Nick Drake. ¿Fué un suicidio? Eso nunca lo sabremos ya que no dejó nota alguna. Puede que se tomara por equivocación los antidepresivos cuando realmente quería tomar unos somníferos. En todo caso le provocaron una sobredosis que terminó con su vida y con su injusta infravaloración.
Como otros grandes artistas Nick Drake fué un incomprendido mientras vivió. De personalidad reservada y fría, la gente lo recuerda como un chico discreto y al que siempre le gustaba pasar desapercibido. Era un gran amante de la música clásica, del rock y del folk, lo que le llevó de bien jovencito a aprender a tocar la guitarra, instrumento con el cual crearía un disco atemporal: "Pink Moon". Antes vendrían otras dos obras maestras como "Five Leaves Left" y "Bryter Layter". La personalidad del artista la podemos comprobar en sus contadas actuaciones en directo, en las que tocó mirándose los pies, nunca al público asistente, más pendiente de hablar y beber que de escuchar la música de Drake. Seguro que hoy en día muchos de los asistentes deben arrepentirse de haber tenido a un genio al lado y no haberle prestado atención. Nick lo pasó mal actuando y dejó los escenarios para dedicarse exclusivamente a componer canciones, canciones extremadamente bellas y tristes.
Cuando tenía 22 años su frágil estabilidad emocional le provocó una depresión, hecho que le llevó al psiquiatra. "Five Leaves Left" y "Bryter Layter" ya se habían editado, pero los resultados comerciales no fueron los esperados. En este contexto Nick Drake aceptó la oferta de Chris Blackwell, el dueño de Island Records, para pasar el verano en el apartamento que éste tenía en la costa española. En él compondría las canciones de su disco "Pink Moon", último trabajo del artista. Una guitarra, un piano y su voz. Estos son los ingredientes de este disco editado en 1972. Cabe mencionar que el piano, tocado por el mismo Drake, sólo aparece en la primera y homónima canción. La grabación duró dos días, con Nick sentado de cara a la pared con su guitarra. Del mismo modo en que Robert Johnson enregistró sus canciones, Drake grabó "Pink Moon", con la única diferencia de tener a su disposición un mejor equipo de grabación. Al igual que aquél músico que se rumorea que vendió su alma al diablo, Drake transmite todo lo que quiere decir y más con su fiel guitarra. Cada vez que escucho Things Behind The Sun se me eriza la piel. Y pensar que los másters del disco estuvieron unos días en la recepción de Island Records esperando ser encontrados... Nick Drake los dejó ahí, sin explicaciones ni remordimientos. Puede que pensase "mi música está aquí, pero yo me voy". Si los dos primeros discos se vendieron poco, éste último menos aún. Nick ahondó en su depresión y buscó nuevos caminos, como intentar entrar en el ejército o trabajando como programador de ordenadores. En verano de 1974 se fué a París, buscando aires nuevos pero al cabo de un tiempo volvió a casa de sus padres. Lo que pasó después ya es sabido.
Nick Drake representa la soledad del gran artista; una persona que vivió entre nosotros pero que pasó desapercibida mientras se refugiaba en su mundo, un espacio de melancolía, nostalgia y, a menudo, tristeza. Vehiculó todo lo que sentía mediante sus canciones, composiciones unas veces con arreglos, otras con su simple guitarra, pero todas con un nexo de unión: la inconfundible voz de Nick Drake. Murió incomprendido pero, ¿quién puede negar que no era eso lo que pretendía?