lunes, 23 de abril de 2007

Roger Waters | Barcelona, 21/04/07

Bajo el título de The Dark Side Of The Moon Live Roger Waters presentó el sábado pasado en Barcelona un espectáculo para recordar. Con el Sant Jordi lleno hasta los topes, bien por el reclamo de escuchar el disco cumbre de Pink Floyd entero, o bien por el lugar de actualidad que recobró el grupo debido a su fugaz reunión en el Live 8, Waters hizo un concierto realmente bueno, y lo digo desde el punto de vista de fan de su trabajo, de melómano y de amante de un buen espectaculo.

El recital poco tuvo que ver con el que realizó el 8 de mayo del 2002 en el mismo lugar. Empezando por la gran pantalla rectangular de gran definición que presidía el escenario. En ella se mostraba, antes de empezar, una radio de las clásicas, un cenicero lleno de colillas, un vaso de whisky y humo de alguien que fumaba. Iba cambiando de emisora y los asistentes es lo que escuchaban por los altavoces, predominando el R&R más clásico. Buenos presagios. A su lado dos pantallas más por las que se mostrarían imagenes del concierto.

Pasados un par de minutos de las 21.30h las luces se apagaron y el público, plagado de personas de todo tipo y condición, empezó a gozar cuando In The Flesh empezó a sonar. Potentísimo, soberbio y acurado, así defino como yo lo escuché. Roger, bañado por un alo de luz, empezó a cantar y desde el primer momento obtuvo la complicidad de los allí asistentes. Mother tomó el relevo, esa genial composición de The Wall, disco que no volvió a tener representación hasta los bises. Después de poner otro ladrillo en el muro gracias a esa madre sobreprotectora, Roger nos hizo recordar ese trabajo llamado Saucerful Of Secrets tocando Set The Controls For The Heart Of The Sun, mientras por la enorme pantalla salían imagenes de los inicios del grupo disfrutando en una playa. Grande. Los aplausos que desató ese tema se sobrepusieron a los gritos de admiración cuando el sintetizador que abre Shine On You Crazy Diamond irrumpió en escena, a la par se vislumbraba el contorno de la tierra en llamas y, posteriormente imagenes de Syd Barrett. La tierra brilló con intensidad pero se quemó, al igual que el diamante loco. Más que nunca esa canción sirvió como homenaje a una de las grandes figuras musicales de los últimos 40 años. Barrett estaba ahí y todos le recordamos. Have a Cigar y Wish You Were Here, cantada a coro por todos fueron los siguientes temas que interpretó. Como no los mecheros se encendieron, pero para constatar que vivimos en el siglo XXI se mezclaron con las lucecitas de las pantallas de cámaras digitales y móbiles de alguna que otra generación.


El turno de The Final Cut llegó con la interpretación de Southampton Dock y The Fletcher Memorial Home. Roger, sentado en un taburete y guitarra acústica en mano cantó dos de los mejores temas de dicho disco. Llegó el turno de dos de sus canciones en solitario. Primero nos deleitó con Perfect Sense, canción donde el coro de chicas, con PP Arnold entre ellas, brilló con luz propia. Y la primera sorpresa de la noche: un astronauta teledirigido sobrevoló el Sant Jordi ante la mirada de todos. Luego presentó Leaving Beirut que fue tocada con viñetas de comic contando la historia en esa gran pantalla. Y llegamos a uno de los puntos fuertes del concierto: Sheep. El sonido cuadrafónico se escuchaba muy bien, al menos desde mi posición. Era apabullante pero depurado. I, como no... cerdito al vuelo, esta vez pintado con motivos antibelicistas y contra algún que otro presidente. Por la pantalla, la Battersea Power Station vista desde el aire. Guiño al disco Animals y descanso de 15 minutos.

Pum, pum, pum, pum, pum, pum... ahhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh! Y Breath retumba en el Palau como nunca, como inicio de la interpretación completa de The Dark Side Of The Moon, la apoteosis sónica de Pink Floyd, el disco que los encumbró a lo más alto. La gente enloqueció, yo el primero, sólo de saber que lo mejor del concierto había empezado. Me puse el babero y agudicé aún más los sentidos, a fin de captar todo el mensaje, de disfrutar de ese perfecto mural audiovisual. Gracias a On The Run Harry Waters, hijo de Roger, tuvo protagonismo dentro del show de su padre. Mirando la gran pantalla controlaba el sintetizador y de vez en cuando introducía nuevos y estrudentes sonidos. Impresionante. Tuve la sensación de que la música me controlaba, que era el cerebro que gobernaba mi cuerpo. Sin poder tomar aliento llegó Time, mi canción favorita del disco. Atronadores los relojes despertadores y Roger aún sin cantar pero sí disfrutando y caminando de una parte a otra del escenario. El solo me gustó mucho, pero, sin duda alguna, no era Gilmour quien lo tocaba. Uno debe ser consciente de eso y disfrutará mucho más el concierto. Yo no quería pensarlo, no quería evocar en mi memoria que Dave no estaba allí, pero no pude evitarlo y pensé "wish you were here". La piel de gallina se me puso con The Great Gig In The Sky, cantada creo que por Kate Kisson. Increible, no hay mejor adejtivo.

Le damos la vuelta al vinilo y la caja registradora de Money hace su aparición. Momento por excelencia de Waters al bajo y el ya clásico vinilo dando vueltas en la pantalla. Money! It's a crime!. Y llegamos a Us And Them. Genial y brutal en su estribillo. El colofón fué la trilogía final, empezando por Any Colour You Like, interpretada a la par con increíbles e hipnóticas imágenes. Pero fue en Brain Damage donde los asistentes nos llevamos la mayor sorpresa: un láser en forma de pirámide colgando del techo. Alucinante, pero más alucinante fue cuando durante Eclipse la portada de The Dark Side Of The Moon fue completa, ya que la descomposición de la luz fue lo que vieron nuestros hojos, mientras el prisma iba dando vueltas e iluminando a los presentes. Brutal y conmovedor a la vez. Y quedaban los bises... The Happiest Days Of Our Lives, Another Brick In The Wall Part II, Vera, Bring The Boys Back Home y Comfortably Numb fueron el mejor colofón a un increible concierto. Creo que a Roger a nivel de puesta en escena no se le puede pedir más. Terminó abrazándose a sí mismo recibiendo la ovación del público, en signo de agradecimiento. Gracias Roger, te veré en la cara oscura de la luna...

miércoles, 18 de abril de 2007

Lugares míticos: Battersea Power Station

La Battersea Power Station es una antigua central eléctrica situada en la zona de Battersea, en Londres. Del arquitecto Sir Giles Gilbert Scott, se empezó a construir en 1939. A día de hoy, la BPS se ha alzado como uno de los símbolos de Londres, aunque no a nivel tan popular como pueden serlo otros. Su peculiar diseño la hacen identificable al momento. Y si hablamos de diseño debemos mencionar que ahora está en remodelación, ya que se tiene previsto que sea uno más de los centros culturales y de ocio que hay en la capital del Reino Unido.

Para mi es un lugar mítico porque Pink Floyd, en su célebre disco Animals, de 1977, la retrató en portada con un cerdo hinchable entre dos de sus chimeneas. La anécdota es que el cordón que sujetaba al cerdito no aguantó y éste se fue volando hasta caer, se cuenta, en Kent. El capitalista (el cerdo) con uno de los símbolos del capitalismo (la central eléctrica). Y es que Animals es una crítica al capitalismo más feroz, aquél que oprime a muchos para el placer de unos pocos. Precisamente está basado en la obra Revelión en la Granja, de George Orwell... Además de Pink Floyd, otros artistas han homenajeado la construcción. Sin ir más lejos, en la reciente película Hijos de los Hombres aparece la BPS convertida en la residencia de un magnate. De paso hay una referencia a Pink Floyd, ya que el cerdito hinchable también goza de su momento de gloria.

Mi primer contacto con la BPS lo tuve durante el Live 8, y más concretamente el día después, cuando nos levantamos de una siesta nocturna en una de las carpas del Hyde Park. Vislumbrando el que la noche anterior había sido el escenario de un momento histórico vi, junto con mis compañeros, las cuatro chimeneas de la Battersea Power Station en el horizonte Londinense. Foto haciendo el pino y con ellas de fondo fue mi primer recuerdo. No había tiempo para más, así que me fui de Londres sin verla, sin contemplar su poder. Aún después de haber presenciado la reunión de Pink Floyd, uno de los sueños que tenía en la vida, tenía ese gusanito de no haber visto la central eléctrica en todo su esplendor.

Ahora ya no hay espina clavada, ya que aprobechando la asistencia a uno de los conciertos que David Gilmour dio en el Royal Albert Hall la vi. Una de las maneras para llegar es bajar en la estación de metro Vauxhall, o en la de Pimlico aunque no son las que nosotros, mi compañero y yo, utilizamos. Pudimos contemplarla desde el otro lado del Támesis, presidiendo ese gran río. Fue algo increíble, pero era real. Cuando visito algún lugar de este tipo me cuesta hacerme la idea de que estoy allí, de que ése es el sitio, y eso mismo me pasó cuando esas cuatro torres me dominaban. Lo que sin duda haré, en una futura visita a Londres, es bajarme en Vauxhall, al otro lado del Támesis, y acercarme lo máximo posible a tan magna obra.

Suena: Dogs - Pink Floyd

viernes, 13 de abril de 2007

Lugares míticos: Heddon Street

Después de un tiempo ausente por estos lares debido a motivos laborales y, quizás, de oxigenación bloggera, Eclipse vuelve a la carga con una nueva etiqueta: Lugares míticos. Aquellos sitios famosos que mis pies han pisado o que mis ojos han visto, solo o acompañado, buscados o encontrados por casualidad, pero siempre míticos, al menos para mi. La verdad es que tenía dudas del lugar que debía empezar esta nueva categoría, ya que varios candidatos luchaban por el puesto, pero al final me he decantado por un pequeño callejón: Heddon Street

Londres es una ciudad llena de sitios importantes en el aspecto musical. Donde nació tal, donde murió cual, donde se grabó tal disco o donde se hizo la foto para alguna que otra portada de un LP. Este último caso es el que nos ocupa. Cerca de Piccadilly, al lado de Regent Street, se encuentra Heddon Street, lugar donde David Bowie, se hizo las fotos para ilustrar su célebre The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars. Concretamente delante del número 23 Bowie posó para la portada, así como dentro de la cabina telefónica de susodicha calle.

Lo que sentí al enfilar Heddon Street por primera vez fué excitación, excitación por pisar un lugar elegido para pasar a la historia de las portadas de discos. Y cuando llegué al número 23 me sentí un poco dasalmado, pues el cartel de KWEST que figura en la portada del disco brillaba por su ausencia. Pero Bowie había estado allí 34 años antes, posando para la cámara. Y ahora estaba yo, con mi amigo haciendome una foto para la posteridad. Luego buscamos la cabina pero no la encontramos, ya que caímos en el error de pensar que la calle terminaba en un lugar cuando realmente no era así. La peculiaridad del trazado de Heddon Street nos jugó una mala pasada. Por suerte al final dimos con ella y pudimos hacer de David Bowie, posando en plan glam en su interior, mientras los ojos observaban los múltiples escritos en referencia a Bowie y a Ziggy. Solera, eso es lo que se respiraba en el interior de esa cabina.

Y tarareando Starman salimos, dejando atrás un lugar al que no dudaré en volver cuando regrese a Londres, que ya será la quinta vez. Y seguro que no será la última porque si algo hay en Londres es sitio para el amante de la música, y eso se nota. Es un tipo de turismo más minoritario, cuyos lugares de interés, a parte de Abbey Road, no aparecen en las guías sobre la ciudad. Por eso en esa cabina estábamos solos en ese momento, disfrutando de quien estuvo allí 34 años antes que nosotros. Y en la mente esa imagen: Ziggy con la pierna izquierda encima de unas cajas, delante del número 23 y bajo el cartel de KWEST posando para la cámara con su guitarra y su traje azul de alienígena...

Suena: Starman - David Bowie