Mi última visita a Londres estuvo llena de emociones, pero la más intensa, sin lugar a dudas, fue la sensación que tuve al pasar de estar viendo a un mito viviente de la música a estar en el lugar en el que un músico se convirtió en mito en el más estricto sentido de la palabra. ¿Y es que hay alguien que pueda dudar de que Jimi Hendrix es un mito? ¿Alguien puede negar que no fue un ser sobrenatural? La verdad es que me da igual porque para mi sí lo es. Dejando a parte de que revolucionó por completo la música en sólo tres años, su expresión, su vestimenta y, como no, su manera de tocar le han convertido en un icono de la música de todos los tiempos. Por todo esto y más un servidor tenía una deuda con él (de hecho la sigo teniendo, pero en menor grado) y debía saldarla, al menos en parte ya que aún no he estado en su tumba...
Jimi Hendrix murió en Londres el 18 se septiembre de 1970. Fue en una zona tranquila de la ciudad, al lado mismo del mercado de Portobello, en el llamado Samarkand Hotel, en el número 22 de Lansdowne Crescent. Cuando me acercaba al lugar me imaginaba a Jimi andando por esa calle y la excitación crecía más y más. Preguntamos, mis colegas y yo, a un tipo que llevaba una guitarra si ese era el lugar, y antes de que terminamos el tio nos respondió: "yes, here, in the basement". Era allí. La emoción no se puede describir, debe vivirse. En ese sitio murió Jimi Hendrix. Allí respiró por última vez. Saboreamos esos momentos solos, sin ningún otro mitómano rondando por ahí. Nos hicimos fotos, muchas fotos, de las que me gustan especialmente esas que me hicieron imitando al gran Jimi quemar su guitarra en la misma puerta de la casa. Había un patio en el subsuelo que tenía una especie de cuartito para guardar cosas con un puerta de madera en la que había tallado un buda. Miticismo y misticismo. Me emociona el recordar esos preciados instantes. Allí murió un hombre y empezó su leyenda inmortal.